Me enfrenté desde pequeña a varios desafíos de salud, unos más complejos que otros. Eso me obligó a aprender a cuidarme y priorizar mi salud, mi bienestar físico, mental y emocional. Las personas normalizaron los síntomas, los volvieron parte de sus vidas (nunca lo comprendí y ahora mucho menos), yo me declaro INTOLERANTE a la sintomatología  y es por esto que me convertí en amante del cuidado de nuestro templo, nuestro cuerpo. Amo la salud holística, la vida consciente, el autocuidado natural y consciente.

En mi búsqueda por recuperar mi salud, me di cuenta que mi cuerpo, mi mente y mis emociones reaccionaban con mayor beneficio, a una exposición al sol, a la energía de un cristal o al sonido de un cuarzo, que a los fármacos y a los hospitales.

Y descubrí en esta travesía mi verdadera esencia, sabía desde pequeña que existía algo más puro que la simple materia; es lo que te sostiene a tí, a mí, a las plantas, al planeta y es el maravilloso mundo cuántico, el mundo de la no estructura lleno de misterios mágicos, lleno de frecuencias, vibraciones, fotones, átomos, micropartículas, ese mundo difícil de comprender para nuestra mente humana.